jueves, 3 de junio de 2010

esos minutos son tragar aceite puro

La primera escena de la película se trata de su infancia.
Mucha gente en una playa camina aplaudiendo, llevan a un nene a caballito. El nene llora. La protagonista (que podría ser yo misma, o qué) mira la escena con pavor, es inevitable pensarlo: fue abandonado.
Nunca va a encontrar a sus padres, seguramente lo lleven a la comisaría más cercana, termine en un orfanato, o lo adopte alguno de esos que ahora aplaude. Escalofrío.

Mejor ni mirar, esperar en silencio, casi sin moverse, hasta que la multitud se pierda entre las sombrillas, que a los aplausos se los coma el ruido gigante del mar y los gritos.


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